Inexpresable y sin nombre es aquello que constituye el tormento y la dulzura de mi alma, y que es incluso el hambre de mis entrañas. Nietzsche

lunes, 12 de marzo de 2012

Lluvia

Hoy es uno de esos días en lo que la menor decisión te provoca angustia. Y eso que ha sido un día fácil. Pero y digo yo, es por el hecho de sentirme como en casa que estas sensaciones vuelven a mi imaginario personal. Está nublado, no hay ropa tendida en la azotea de en frente. Los fresas se retiran en sus helicopteros a sus mansiones. Quisiera escribir un libro, un libro sobre amor, el origen del hilo negro, la explicación de la vida y sus misterios y con desenlace en una isla perdida en un planeta por descubrir. Creo que la sangre de los descubridores no me llegó, y tan solo heredé ese regusto por la música ortera. Me ha dicho Sam, que no sea tan autocrítica y que analice mis actitudes cuan semaforo a cruzar. Todo lo que sea intermitente o rojo hay que ver qué onda. Y lo verde vitorearlo. O soy daltonica o no veo nada verde. Bueno si, mis ojos, que ultimamente necesitan gafas. Ayer me las puse para ver el museo Soumaya, tanto arte desperdigado se asemeja a mi cuarto antes de irme de marcha, puro desastre y toda su iconografía. Ni Van Gogh debería estar ahí, quedaría mejor en la pared de un café parisino aunque sea en el DF. La verdad es que me gustan los días grises. Se aprende mucho más. Como por ejemplo a pensar y repensar en que eres. Un fallo le veo, la acción nunca se contempla, me da que es para nacos.

No hay comentarios: